El cultivo de arándano en Perú ha sido una historia de perseverancia y adaptación, marcada por un inicio incierto en un contexto donde los expertos creían que el éxito de este cultivo solo era posible con grandes cantidades de horas frío (HF), es decir, temperaturas menores a 7°C. Sin embargo, los productores peruanos, familiarizados con la costa cálida del país, decidieron desafiar esa visión y adaptaron la variedad Biloxi al calor. Este proceso comenzó en 2008, cuando en Arequipa se plantaron las primeras 100,000 plantas en 10 hectáreas. Aunque muchas de ellas no sobrevivieron, el esfuerzo persistente de empresas como Inka’s Berries y Camposol, permitió corregir la adaptación, y para 2010, el arándano ya formaba parte de la oferta exportable del Perú.
Este éxito no fue casualidad. En el pasado, productos como el espárrago habían sido la clave para abrir las puertas del mercado internacional. Gabriel Amaro, presidente de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP), recuerda cómo, en 2003, el espárrago fue el producto agrícola más valioso exportado por el país, desplazando al café. Esta victoria sentó las bases para explorar otros productos como el mango, la uva y, más tarde, el arándano. “El empresario peruano ya tenía experiencia en exportación, conocimiento en fitosanidad, y la capacidad de cumplir con los requisitos internacionales», explica Juan José Gal’Lino, exCEO de Camposol.
Carlos Gereda, fundador de Inka’s Berries, fue uno de los primeros en apostar por el arándano en 2007. En colaboración con el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Agraria La Molina, desarrolló un proyecto para clonar plantas de arándano y adaptar su cultivo. En 2008, los esfuerzos dieron frutos y la primera cosecha permitió a Gereda proveer a otras compañías y acelerar la producción. La variedad Biloxi se complementó con Ventura, una opción más vigorosa, lo que impulsó aún más el crecimiento del sector.
Uno de los factores que benefició al arándano peruano fue el vacío de mercado en el hemisferio norte. Gabriel Amaro señala que la producción en el norte del continente solo se da entre abril y agosto, lo que crea una oportunidad para Perú, que puede proveer arándanos durante los meses en que el mercado está desabastecido. En lugar de competir con otros países productores, Perú supo cubrir la demanda insatisfecha con un producto de calidad superior, lo que permitió que el arándano se consolidara como uno de los productos de exportación más rentables.
En cuanto a las exportaciones, el crecimiento ha sido constante. En 2010, el Perú exportó arándanos por un valor de US$32 millones, cifra que creció exponencialmente, alcanzando US$1,363 millones en 2022. A pesar de los retos económicos y la pandemia, el sector siguió adelante. Durante la crisis sanitaria, las exportaciones de arándanos no solo continuaron, sino que mantuvieron su ritmo, con el apoyo de medidas como el protocolo de seguridad para trabajadores impulsado por AGAP.
La campaña de exportación de 2024 alcanzó cifras impresionantes, con 98,417 toneladas exportadas hasta octubre, lo que representó un aumento del 113% en volumen y un 48% en valor en comparación con el mismo mes del año anterior. Aunque el precio por kilogramo disminuyó, la cantidad exportada creció considerablemente. El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) proyecta que al cierre de 2024 el volumen exportado será de 331,000 toneladas, lo que representará un aumento del 60% en relación con 2023.
El sector está mirando con optimismo hacia el futuro. Según Amaro, se espera que 2025 sea un buen año para el cultivo del arándano, ya que no se prevé la presencia de fenómenos climáticos como El Niño. Sin embargo, hay desafíos en el horizonte. La oferta varietal es uno de los aspectos clave que debe abordarse para mantener el éxito. Perú cuenta actualmente con más de 65 variedades, pero las exigencias del mercado son cada vez mayores. Además de la adaptabilidad climática, los consumidores demandan mejores atributos como mayor productividad, calibre, sabor y calidad en la poscosecha.
Para mantener su liderazgo, Gal’Lino destaca que las nuevas variedades de mayor tamaño y mejor calidad serán las que predominen. Por su parte, Bustamante subraya la necesidad de un cambio varietal para sustituir las más antiguas por opciones más productivas y con mejor calidad. En este sentido, el uso de tecnologías como sistemas de riego por goteo y monitoreo de cultivos, que el país ha adoptado, ha permitido que Perú logre el rendimiento más alto a nivel mundial con 19 toneladas por hectárea.
A pesar de los avances tecnológicos y el crecimiento en volumen, la producción de arándanos en Perú sigue siendo una actividad que depende en gran medida de la habilidad de los trabajadores. La forma de podar las plantas, la recolección manual, el manejo de la cadena de frío y el control de plagas son aspectos fundamentales para garantizar una buena cosecha. La productividad no solo depende de la genética de la planta, sino también de la destreza de los operarios, quienes juegan un papel clave en el éxito del cultivo.
En conclusión, el arándano peruano ha logrado conquistar los mercados internacionales gracias a la combinación de innovación genética, adaptabilidad climática y una sólida infraestructura exportadora. Con la mirada puesta en el futuro, los expertos del sector se muestran optimistas respecto a su evolución y a la consolidación de su lugar en la canasta de exportación del país. Sin embargo, también reconocen que se deben seguir realizando ajustes en la oferta varietal y la calidad para mantener la competitividad a nivel global.