La fuerza laboral mundial dedicada a la agricultura ha experimentado una disminución significativa desde el año 2000, a pesar del considerable aumento en el valor agrícola global, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Este fenómeno se detalla en el Anuario Estadístico de 2024, publicado el lunes, donde se destaca que el valor agrícola mundial creció un 89% en términos reales durante las dos últimas décadas, alcanzando los 3.800 millones de dólares en 2022.
Este crecimiento económico en el sector agrícola contrasta con la reducción en la proporción de la fuerza laboral global empleada en la agricultura. De acuerdo con el informe de la FAO, la participación de los trabajadores agrícolas a nivel mundial disminuyó del 40% en 2000 al 26% en 2022, lo que refleja una reconfiguración del empleo a nivel global, a pesar del aumento en la producción.
A lo largo de este periodo, la producción de alimentos ha ido en ascenso, pero la FAO subraya que el hambre sigue siendo un problema grave y persistente. En 2023, entre 713 y 757 millones de personas se encontraban desnutridas, lo que representa un incremento de aproximadamente 152 millones más en comparación con 2019. Esto refleja las dificultades que aún enfrenta el mundo para abordar la inseguridad alimentaria, a pesar de la mayor producción.
La FAO precisa que la mayoría de las personas desnutridas viven en Asia, aunque la prevalencia de la desnutrición es más alta en África. Esta disparidad resalta las complejidades regionales en la lucha contra el hambre y la desnutrición, que siguen siendo desafíos globales, a pesar de los avances en la producción agrícola.
En términos de producción agrícola, los cultivos primarios alcanzaron los 9.600 millones de toneladas en 2022, lo que representa un aumento del 56% en comparación con el año 2000. Los cultivos esenciales, como la caña de azúcar, el maíz, el trigo y el arroz, continúan siendo los pilares de la agricultura mundial, representando casi la mitad de la producción total.
En cuanto a la producción de carne, entre 2000 y 2022 se observó un incremento del 55%, siendo el pollo el principal motor de este crecimiento. En 2022, la producción mundial de carne alcanzó los 361 millones de toneladas, con el pollo superando al cerdo como la carne más producida a nivel global.
Este aumento en la producción agrícola y ganadera también ha conllevado un incremento en el uso de insumos químicos. El uso de plaguicidas creció un 70% entre 2000 y 2022, con América siendo responsable de la mitad de su utilización. Este aumento en el uso de plaguicidas genera preocupaciones sobre su impacto ambiental y en la salud pública.
Por otro lado, la utilización de fertilizantes inorgánicos para la agricultura también ha crecido notablemente en este periodo. En 2022, se utilizaron 185 millones de toneladas de nutrientes, con el 58% de ellos siendo nitrógeno, lo que supone un aumento del 37% respecto al año 2000. Este aumento plantea interrogantes sobre la sostenibilidad y los efectos a largo plazo de la dependencia de estos productos químicos.
Además, las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los sistemas agroalimentarios aumentaron un 10% entre 2000 y 2022. Este incremento resalta el impacto del sector agroalimentario en el cambio climático y la necesidad de adoptar prácticas más sostenibles para mitigar los efectos negativos de la agricultura en el medio ambiente.
En resumen, mientras que la producción agrícola ha crecido sustancialmente en las últimas dos décadas, la distribución de los beneficios sigue siendo desigual. La reducción de la fuerza laboral en la agricultura, el aumento de la desnutrición y los impactos ambientales de la agricultura intensiva señalan que, a pesar del progreso económico en el sector, persisten desafíos importantes para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad a nivel global.